Lazzarato, Maurizio - Para una redefinición del concepto de “Biopolítica”

(Trad. M. Exposito)

  1. En un artículo precedente [1], afirmamos que no es el “tiempo de trabajo” el que la economía de la información confisca y coloca en el trabajo, sino el “tiempo de vida”. Avancemos un paso y busquemos definir el concepto de vida [2]. Foucault nos decía que el capitalismo se caracteriza por la implementación de técnicas de poder que calificaba como “disciplinarias” y “biopolíticas”. Mientras que las primeras tenían como objeto al “hombre-cuerpo”, las segundas se aplican al “hombre-especie”. Tanto una como la otra se dirigen a “la multiplicidad de hombres”; pero mientras que las primeras transforman la multiplicidad en cuerpos, las segundas se dirigen a “la multiplicidad de hombres, pero no en tanto se resumen en cuerpos, sino en tanto esta forma, por el contrario, una masa global afectada por los procesos conjuntos propios de la vida, como el nacimiento, la muerte, la producción, la enfermedad, etcétera” [3]. La técnica biopolítica “instala los cuerpos al interior de los procesos biológicos conjuntos”.

¿Qué introduce de nuevo el tiempo de vida, implicado por el pos fordismo, con respecto al concepto de vida foucaultiano? Me parece que se puede responder que introduce no solamente lo inorgánico, sino también, y sobre todo, una vida “aorgánica”. Y por vida “aorgánica” entendemos fundamentalmente “el tiempo y sus virtualidades”. No el tiempo abstracto, el tiempo-medida, sino el tiempo-potencia, el tiempo como “fuente de creación continua de imprevisibles novedades”, “eso que hace que todo se haga”, según las expresiones de Bergson.

El concepto de biopolítica debe comprender no solamente los procesos biológicos de la especie, sino también esta vida aorgánica que está en sus origenes, como está en el origen de lo viviente y del mundo. El capitalismo moderno nos lo impone, porque lo “virtual” (en el sentido bergsoniano, y no según la cyber vulgaridad) deviene el motor de la creatividad. Un vitalismo “temporal” y no solamente “orgánico”, un vitalismo que remite a lo virtual y no exclusivamente a los procesos biológicos.

  1. Una primera traducción sociológica de esta problemática de la vida aorgánica, del tiempo y de su poder constituyente, puede ser aportada por el concepto de “público”, tal como ya aparecía en la sociedad disciplinaria. Según Foucault, el objeto de la biopolítica es la “población”. La hipótesis que se podría desarrollar es que el objeto de la biopolítica debe incluir no solamente a la “población”, sino también al “público”. Por público entendemos, muy simplemente, el público de la prensa, de la televisión o de las redes informáticas [4]. Retenemos el concepto de público (“el público es una muchedumbre dispersa donde la influencia de los espíritus[1] los unos sobre los otros se vuelve una acción a distancia”) que figura en la sociología de Gabriel Tarde; entre fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX, en plena ofensiva reaccionaria contra las muchedumbres [multitudes] (el concepto de muchedumbre expresa el temor que suscita en la burguesía el nacimiento del movimiento obrero), escribía: “no puedo conceder, a un escritor vigoroso como Le Bon, que nuestra época sea la “era de las multitudes”. Es la época del público o de los públicos, que es bien diferente” [6]. La genealogía de este concepto está pues directamente ligada con la necesidad de controlar las prácticas subversivas (anarquistas y sindicales) que explotan en Francia a fines del siglo XIX [7].

Es a través de su presencia en el tiempo, y no en el espacio, que el público se constituye. La subordinación del espacio al tiempo define un bloque espacio-temporal que se encarna, según Tarde, en las tecnologías de la velocidad, de la transmisión, del contagio y de la propagación a distancia. Cuando las técnicas disciplinarias se estructuran fundamentalmente en el espacio, las técnicas de control y de constitución del público ponen en primer plano la cuestión del tiempo y sus virtualidades.

  1. El concepto foucaultiano de biopolítica introduce ya claramente el problema del tiempo-duración. En efecto, considerados en sí mismos, los fenómenos que caracterizan a una población “son los fenómenos que son aleatorios e imprevisibles si se los toma pues en sí mismos, individualmente, pero que, a nivel colectivo, presentan constantes que es fácil, o en todo caso posible, de establecer. Y son fenómenos que se despliegan esencialmente durante la duración, que deben ser tomados durante cierto límite de tiempo más o menos largo; son fenómenos de serie. Es adonde se va a dirigir la biopolítica, son, en suma, los acontecimientos aleatorios que se producen en una población tomada durante su duración” [8].

Foucault subraya sobre todo los caracteres biológicos y de poder del concepto de “población”, que no puede constituirse ni ser comprendido independientemente de ciertas series temporales. Sólo el concepto de “público” le da todo su sentido a la dimensión temporal que Foucault introduce en la definición de las relaciones sociales. Aquí, remitirse a los procesos biológicos de la especie no tendría sentido.

Los mecanismos “reguladores” instituidos por la biopolítica son radicalmente distintos de los mecanismos disciplinarios, y remiten de manera sorprendente a los mecanismos de regulación y de producción del público. “En los mecanismos de la biopolítica, se va a tratar de abordar, en primer lugar, las previsiones, las estimaciones estadísticas, las medidas globales, pero se va a tratar igualmente, no de modificar tal fenómeno en particular, no solamente tal individuo en tanto que es individuo, sino esencialmente, de intervenir a nivel de las determinaciones de esos fenómenos generales, de esos fenómenos en aquello que tienen de global… Y se trata, sobre todo, de establecer mecanismos reguladores que, en esa población global con su campo aleatorio, van a poder fijar una media, establecer una suerte de homeostasis, asegurar compensaciones” [9]

Por un lado, tenemos una tecnología del adiestramiento que individualiza y singulariza los cuerpos como organismos, y por otro lado, una tecnología de la seguridad que redespliega los cuerpos al interior de los procesos de conjunto. Foucault define esos procesos de conjunto únicamente en términos biológicos. Sin embargo, los mecanismos biopolíticos atañen lo mismo a la constitución del público, que le presenta también ciertos caracteres aleatorios e imprevisibles que no pueden ser aprehendidos [comprendidos] y reglados por fuera de series temporales.

Si la regulación de la “población” nos conduce a dejar de lado la dupla disciplinaria “individuo-masa”, el concepto de público nos conduce, definitivamente, hacia otro registro. “Los individuos devienen y las masas, muestras, datos, mercados o ”[10].

  1. La cita de Deleuze nos remite explícitamente a las técnicas de la estadística y del sondeo. Para Gabriel Tarde, la tendencia de nuestras sociedades es la de “trasfigurar todos los grupos sociales en públicos», y de recurrir de manera privilegiada a la estadística para asegurar la regulación. La estadística debe traducir en series temporales no los datos, sino los actos sociales (nacer, morir, comprar, vender, etc.) y las intensidades (los “deseos” y las “creencias”); consigue entonces expresar las relaciones sociales en términos de tendencias y de variaciones, solo para captar el carácter imprevisible de un público. Estos actos y estas intensidades son infinitesimales y moleculares, concientes e inconscientes, y constituyen el “flujo” (las “corrientes”, según su definición), y este mucho mas allá de cualquier distinción entre individual y colectivo. Se difunden por imitación, por contagio y por propagación, mas allá de los contactos físicos que caracterizan a una multitud. Estos actos y estas intensidades, a causa de su naturaleza y de su número, no son “disciplinables”. Solo un tratamiento probabilístico puede asegurar la regulación. Agregaremos que estos actos son definidos en el tiempo y por el tiempo.

No se trata pues, según Tarde, de diseñar una “cartografía” de la sociedad, sino una “curvografía” (neologismo del cual la raíz es la “curva” de los gráficos), porque la primera nos da una imagen estática de eso que sucede, mientras que la segunda describe las dinámicas temporales, las tendencias. La estadística debe captar lo social como acontecimiento.

  1. El concepto de público (todavía más que la “población”) pone en crisis las tecnologías sociales centradas en el espacio que aseguran la regulación de la multiplicidad. [12] Parece entonces que el encierro no puede ser más el paradigma de referencia capaz de controlar el “público”. Si el cuerpo puede ser reducido a un organismo por el sesgo (?) del encierro y de la disciplina, no es así para el “público”. El “público” no es un hecho social estático y no puede ser asimilado a un organismo, es una variación, una tendencia, un devenir. No podrá ser “disciplinado” en el interior de un espacio cerrado, como lo puede ser una multiplicidad cuando es “poco numerosa” (obreros, enfermos, prisioneros). La multiplicidad, cuando toma la forma de “público”, deviene a la vez molecular e inmediatamente colectiva, se desarrolla como flujo, variación, velocidad. Recurriendo a los lugares de encierro, la sociedad lograba circunscribir lo que escapaba al orden productivo capitalista, pero, en el caso del público los movimientos devinieron tan moleculares y colectivos que ese control ya no es posible. El público solo podrá ser regulado y controlado en un espacio abierto; debe controlar los flujos en tanto que tales a través de los elementos que los constituyen: el tiempo, la velocidad, la “acción a distancia”.

Tarde tiene una intuición genial cuando dice que el público es la dimensión sociológica del futuro, justamente porque ese tipo de reagrupamiento social puede ser solamente regulado bajo un modo espacio temporal organizado por series temporales.

“Cuerpo”, “población” y “público” son modos diferentes de disciplina y de regulación que no se oponen ni se contradicen pero que pueden articularse unos con otros. La disciplina del los cuerpos y la regulación de las poblaciones no desaparecen, pero los modos de control temporal adquieren una importancia extraordinaria. Lo virtual viene así a recalificar la biopolítica (siempre en el sentido bergsoniano). Me parece que se puede definir “el público” como el modelo mas dinámico y mas desterritorializado y luego como el modelo que tiende a dirigir y organizar a los otros. El público, en efecto, es acontecimiento.

  1. No sabemos si la distinción entre “sociedad disciplinaria” y “sociedad de control” es suficiente para comprender las transformaciones del capitalismo, una vez que introducimos el problema del tiempo; una vez que el tiempo ya no es solamente la medida material del trabajo y de las mercancías, pero que inviste la vida en su totalidad. En efecto, esta distinción amenaza con no aprehender, en su justa medida, la dimensión de “espectáculo” [13] de la que el concepto de “opinión publica”, propuesto por Tarde, no de define en otra parte que en las premisas. El fordismo es incomprensible (mismo en su simple fenomenologia) si no se tiene en cuenta esta dimensión. El fordismo, en efecto, alcanza a articular disciplina y control bio-temporal integrando la tríada cuerpo-población-público en la tríada “institucional” fabrica-welfare-espectáculo.

En la fabrica, el taylorismo asimila, en un modo “científico”, el cuerpo a un organismo (su reducción a esquemas motor-sensoriales). El welfare divide y dispersa a la “población” en diferentes procesos de reproducción, multiplicando las figuras de la sujeción (control e institución de la familia, de las mujeres y de los niños, de la salud, de la educación, de la vejez, etc.). El espectáculo divide y multiplica al público en una relacion siempre mas estrecha entre comunicación y consumo, reformulando así lo “político”. En el fordismo, cuerpo, población y público son técnicas de regulación y de control orientadas hacia la constitución de la multiplicidad en fuerza de trabajo. Fabrica, welfare y espectáculo son los dispositivos que logran maximizar las fuerzas sociales para extraerlas en la produccion.

Desde un punto de vista mas general, se puede decir que las técnicas disciplinarias, biopolíticas y del espectáculo apuntan a controlar el “tiempo” (forma subjetiva de la riqueza) a través de la institucionalización de la división entre “tiempo de trabajo” y “tiempo de vida”. Eso se funda sobre esta división en la que la fabrica opone su productividad a la no-productividad de la sociedad. Los mecanismos biopoliticos, disciplinarios y del espectáculo capturan la fuerza creativa del tiempo, “liberada” de toda referencia mítica, religiosa o natural, oponiendo el tiempo que produce el valor (tiempo de trabajo) al “tiempo de la vida” (que desde el punto de vista del poder debe producir el control y la sujeción).

Fabrica, welfare y espectáculo son desde entonces las instituciones que organizan, codifican y reproducen esta división del tiempo.

  1. El fordismo (la “época de la gran industria”) transforma profundamente las formas de control y de regulación que conciernen al público. Aquí se debe hacer referencia a los análisis de Walter Benjamín sobre el cine y la información, que pueden ser utilizados como transición para pasar del concepto de “público” de Tarde al concepto situacionista de “espectáculo”.

El cine, y mas generalmente la producción cultural que durante el fordismo empieza a adquirir un carácter de masa, transforma radicalmente los modos de percepción colectiva: en particular, la diferencia entre autor y público tiene a perder su carácter unilateral. “Esta no es mas que funcional, puede variar de un caso a otro. El lector esta dispuesto en todo momento a pasarse a escritor (autor)”. [14] La técnica del film, como la del deporte, suscita la participación del público en tanto “conocedor”, en tanto experto. El público masivo, este nuevo experto que quiere intervenir en tanto “autor”, deviene el sujeto adecuado, tanto en materia de recepción como de producción de obras. Benjamín tiene el merito de conectar esta transformación del público en “experto” a las transformaciones del trabajo y a la desaparición de la separación entre trabajo intelectual y trabajo manual, como lo pone en el valor (?), de manera paradigmática, la producción cinematográfica. La constitución del obrero colectivo y la del público son dos fases del mismo proceso: el obrero se enfrenta a la cadena de montaje, y el público, de un modo similar, se encuentra frente a encadenamientos de imágenes. El trabajo y la percepción son orientados por dispositivos maquínicos.

Lo que queremos destacar es que, a diferencia de los análisis de Tarde, aquí, el público y sus instrumentos de regulación no producen solamente control y seguridad, sino que tienden a devenir directamente productivos (productores de valores pero también de otras formas de creación y de innovación colectiva).

  1. El concepto de público, como lo analizaron Tarde y Benjamín, parece difundirse y ocupar un lugar central en los análisis del pos fordismo. En efecto, que el pos fordismo sea considerado como modo de producción entrenado y dirigido por la economía de la información, o que sea aprehendido como la forma de generalización de la “relación de servicio”, en los dos casos, parece que se confirma el análisis de Tarde según el cual “todos los grupos sociales tienden a constituirse en público”.

La forma de trabajo, los procesos de sujeción del welfare y la figura del consumidor son redefinidos por relaciones y métodos de regulación, que remiten a los modos de gestión del público y no a una disciplina o a una biopolítica. El trabajo, el consumo y la vida, tienden a devenir flujos (como decía Tarde) que revisten al mismo tiempo una forma molecular y colectiva [15]; se caracterizan cada vez mas por su “aspecto aleatorio” y su “imprevisibilidad”; devienen “fenómenos en serie” que deben ser “considerados al interior de una cierta duración” y conciernen a una “multiplicidad numerosa”, como escribía Foucault a propósito de la población.

Pero, en el momento en que el “público” se impone como la forma general de relación social, entra el mismo en crisis, porque la reversibilidad que se instaura entre “percepción y trabajo” (público y autor), como lo anunciaba Benjamín, se vuelve una realidad en la economía de la información. Formas colectivas de la percepción, formas colectivas de la creación, caída de la relación entre autor y público, rol activo del espectador, todas esas determinaciones, en función de las que Benjamín definía la “producción cultural”, se vuelven realidad pero en la indistinción-reversibilidad del trabajo y de la percepción.

Las diferencias entre trabajo manual y trabajo intelectual, entre autor y público, entre productor y consumidor, entre maquinas que producen el valor y las que producen la percepción, entre producción material y producción semiótica, son redefinidas en términos productivos en la economía de la información, que deviene así el modelo paradigmático y la tendencia real del desarrollo.

  1. La economía de la información es la nueva maquina de captura de “las fuerzas y de los signos”, produce movimientos de desterritorializacion (como fenómenos históricos y colectivos), que sustrayéndose a los códigos y a los procesos de sujeción propios de la fabrica, el welfare y el espectáculo, aplastan las viejas estratificaciones (del organismo, del lenguaje, de la vida) y determinan nuevas disposiciones colectivas de producción de subjetividad.

Los movimientos colectivos de desterritorializacion están contradecidos, destruidas y ocultas las formas históricas del trabajo, que jerarquizan y dirigen el conjunto del trabajo social y determinan aquello que era productivo (el trabajo obrero) y aquello que no lo era (el trabajo de las mujeres, de los niños, de los artistas, de los viejos, etc.). En los dispositivos de sujeción del welfare, orientados hacia la reproducción de la fuerza de trabajo, los movimientos de mujeres y de estudiantes opusieron reivindicaciones centradas en la especificidad propia de cada movimiento. Y es sobre la base de esa “relación consigo mismo”, y a partir de procesos autónomos e independientes de subjetivacion, que el movimiento de mujeres entra en contacto y en conflicto con el poder y rompe así ese lazo de subordinación, que la biopolítica creo, donde la “reproducción” se halla sumisa a la reproducción económica del trabajador. En el lenguaje que jerarquiza y dirige la multiplicidad de las semióticas, bajo el imperialismo de lo significante y de lo simbólico, la desterritorializacion impuso la pluralidad de flujos y formas de semiotizacion no humana y no conciente. En el “espectáculo”, que trababa las virtualidades de un “público experto” y le impedía intervenir “activamente” los movimientos opusieron nuevas formas de comunicación y creación.

En general, podemos decir que los movimientos se niegan a que los cuerpos sean reducidos a un “mecanismo” y a un “organismo”, a que la reproducción del cuerpo sea asimilada a los procesos “biológicos” de reproducción de la especie. Para liberarse de manera positiva de esas formas fordistas de sujeción, producen agenciamientos de subjetividad centrados sobre el cuerpo y el tiempo (de la vida). Pero un cuerpo que se extiende de lo molecular a lo cósmico y a un tiempo no cronológico.

  1. El post fordismo articula y desarrolla los cambios de paradigma que el concepto de “espectáculo” simplemente había anunciado. La indistinción de la imagen y del objeto, de lo real y de lo imaginario, de la esencia y del fenómeno, no anuncia la “desaparición del mundo” ni el “fin de la historia”, sino una concepción de lo real que deviene cada vez mas artificial, procesual, virtual. Los flujos que desestructuran el trabajo, la vida, el espectáculo, no pueden ser caracterizados únicamente desde un punto de vista de su poder de desterritorializacion. Deben también, y sobre todo, ser definidos en tanto que intensidad.

La desterritorializacion operada por los movimientos (como fenómenos históricos y colectivos) a fines de los años sesenta lleva con ella la distinción entre “tiempo de trabajo” y “tiempo de vida”, y libera así al tiempo de sus “cristalizaciones” fordistas. Deshace el tiempo-medida y hace emerger un tiempo-creación, el tiempo-potencia del que las virtualidades no pueden ser reguladas ni forzadas por la división entre “tiempo de trabajo” y “tiempo de vida”. El capitalismo debe asumir su nuevo plan de inmanencia temporal y debe redefinir, en función de su tiempo-poder, su sistema de valorización y explotación.

Entonces, cuando decimos que el “trabajo” coincide con la “vida”, deben evitarse ciertos malentendidos productivistas y vitalistas, porque no se trata de la subordinación de una categoría a la otra, sino de un cambio de paradigma que apela a una redefinición del trabajo y de la vida. El trabajo se extiende y recupera/recubre la vida; este proceso no puede realizarse sin que un cambio profundo afecte la naturaleza de esas categorías. “Bios” no puede limitarse a los “procesos biológicos de conjunto”, de la misma manera, el trabajo no puede ser definido en referencia a la división entre fabrica y sociedad, trabajo manual y trabajo intelectual. El trabajo escapa a la tentativas de asimilarlo a un mecanismo sensorial-motor como la vida escapa también a su reducción biológica. No solamente trabajo y vida se tienden (?) sobre la reversibilidad, sino que son redefinidos por lo “virtual” en tanto apertura y creación.

  1. La critica del “trabajo” debe ser también una critica al concepto de “vida”. El rechazo a reducir la vida a los “procesos biológicos de reproducción de la especie” es un fenómeno de la mayor importancia. Un análisis genial de Foucault muestra como la emergencia del biopoder permitió “la inscripción del racismo al interior de los mecanismos del Estado”. En efecto, ¿como el poder moderno podría ejercer el derecho ancestral de vida y de muerte, que desde entonces asume una función de desarrollo, de control y de reproducción de la vida?

“El racismo es la condición sobre la que se puede ejercer el derecho de matar… por matar, no entiendo solamente la muerte directa, sino todo lo que puede ser muerte indirecta: el hecho de exponer a la muerte, de multiplicar el riesgo de muerte o, simplemente, la muerte política, la expulsión, el rechazo, etc.” [16]

El racismo permite establecer entre “mi vida y la muerte del otro” una relación que no es de orden militar o bélico, sino de tipo biológico. El racismo no es entonces la supervivencia de un pasado arcaico, sino el producto de mecanismos estatales ligados a los métodos mas modernos y progresistas de gestión de la vida. El nazismo, que realizara totalmente “la extrapolación biológica de la temática del enemigo político”, no es un mal oscuro que súbitamente contamina al pueblo alemán, sino la extensión absoluta del biopoder, que alcanzara a generalizar el derecho soberano de matar (“homicidio absoluto y suicidio absoluto”). [17]

Cuando, en la posguerra, la biopolítica es estrictamente subordinada a la reproducción de la “sociedad de trabajo”, los mecanismos estatales que la regulan no dejan de producir y de alimentar el “racismo”. La producción del racismo es únicamente contrarrestada por los conflictos de clase, que, al encuentro mismo de los partidos de izquierda [18], desvían la biopolítica y la oponen a los procesos de auto-valorización. Pero, siempre según el análisis de Foucault, debe resaltarse que el “socialismo” (en el sentido marxista del termino: socialismo del trabajo) produce y reproduce necesariamente el racismo. Esto es particularmente cierto en los periodos donde la integración de las instituciones del movimiento obrero, del Estado y del welfare es mas fuerte. Es el caso de los auto denominados países “comunistas” en los que la explosión de los conflictos étnicos o de raza, luego de la caída del muro de Berlín, puede ser interpretada como el puro producto de una biopolítica “obrera” sin lucha de clases. Pero es también el caso de los países donde la izquierda llego al poder, como en Francia, y recreo las condiciones de una relación muy estrecha entre trabajo, vida y Estado. Le Pen y las políticas de inmigración no son pues producto de la Francia profunda, sino de los mecanismo republicanos de gestión de la vida. Pero, es también el caso de Europa, que queriendo reproducir la “sociedad del empleo”, creo una situación donde ella se ve como asediada del interior y el exterior por la inmigración (los extranjeros). La ideología democrática del “trabajo para todos” reactualiza “la extrapolación biológica de la temática del enemigo político”.

Es, pues, de la mayor importancia que la biopolítica no sea asimilada a la “reproducción de la especie” y a la reproducción de la sociedad de “pleno empleo”. El concepto de vida debe ser redefinido en función de un tiempo-potencia, es decir, en función de una capacidad de reorientar los mecanismos del welfare contra el Estado y contra el trabajo. Cuando hablamos de una vida aorgánica que debe sustituirse por la concepción de una vida asimilada a los “procesos biológicos de conjunto”, nos referimos a la necesidad de inventar los agenciamientos de subjetividad que corresponden a ese tiempo-potencia.

  1. Trabajo y vida no son definidos por la economía y la biopolítica, sino por una nueva dimensión de la actividad, que recalifica el “producir” y el “reproducir de la especie” a partir de una concepción de tiempo-potencia. A las formas de sujeción de tipo fordista (formas de trabajo, de welfare y de espectáculo) los movimientos oponen los agenciamientos de subjetividad “ordinarios” que se definen por su capacidad de “afectar y ser afectados”. La desterritorializacion permite que se deshagan las formas de trabajo, de vida y de lenguaje que encierran las fuerzas sociales en los imperativos de la valorización, promoviendo una actividad que se refiere únicamente a las “fuerzas y a los signos, a los movimientos y al poder que los constituye”.

El concepto de “bios” es, pues, redefinido no solamente de manera extensiva (ya no se opone al trabajo y al “espectáculo”) pero también de manera intensiva en función del nuevo plan de inmanencia que caracteriza el pos fordismo. Trabajo y vida son calificados como afectos (por su capacidad de afectar y de ser afectados), en función de su potencia y de su intensidad, y en consecuencia, del tiempo. Si la percepción, la memoria, el intelecto, la voluntad se transforman, según una intuición de Bergson, en diferentes “tipos de movimiento”, entonces los afectos son igualmente compuestos de flujo, de diferenciales de intensidad, de síntesis temporales. Las fuerzas y sus afectos “se confirman esencialmente en la duración”, en mismo titulo [literal horrible] que los fenómenos sociales (como el concepto foucaultiano de “población” nos lo demostró). Las fuerzas y sus afectos son, ellos mismos, “cristalizaciones de tiempo”, “síntesis temporales” de una multiplicidad de vibraciones, de intensidad, de “percepciones minúsculas”.

El tiempo, según una intuición profunda del marxismo, es la trama del ser. Pero según las modalidades en ruptura con la captura del tiempo que consigue la economía (“el tiempo de trabajo”) lo biológico (“el tiempo de la vida”) y el “espectáculo” (“el tiempo desprovisto de un reenvio [¿?] infinito a lo actual y a lo virtual”).

  1. La economía de la información y sus dispositivos electrónicos y numéricos pueden expresar útilmente y de manera empírica esta implicación intensiva y extensiva del “tiempo” (de la vida). En términos intensivos, las tecnologías electrónicas y numéricas le dan consistencia (reproduciendolo) a este nuevo plan de inmanencias que esta hecho de intensidades, de movimientos, de flujos asignificantes, de temporalidades. La percepción, la memoria, la concepción entran en relación con el nuevo plan de inmanencia trazado por los flujos electrónicos y numéricos. Las tecnologías electrónicas y numéricas realizan (reproduciéndolas) la percepción, la memoria, la concepción como otros tantos movimientos diferentes, “relaciones entre flujos” y “síntesis temporales”. De manera extensiva, son siempre esas maquinas que recubren con sus redes la totalidad de la sociedad y de la vida.

Las tecnologías numéricas y electrónicas organizan materialmente la reversibilidad entre cuerpo individual y practicas sociales. Lo colectivo en nosotros y lo colectivo exterior a nosotros son interconectados por el sesgo/rodeo (?) de las maquinas que los atraviesan y los constituyen.

Las maquinas electrónicas y numéricas funcionan como los motores que acumulan y producen ya no energía mecánica y termodinámica, sino justamente esta “energía” aorgánica. Maquinas que cristalizan, acumulan, reproducen y captan el tiempo de la vida y ya no solamente el tiempo del trabajo. Aquí, es lo numérico y no solo lo estadístico, como en Tarde, lo que posee la capacidad de captar (de sintetizar) lo molecular y lo colectivo, que caracteriza mucho mejor la naturaleza que lo “social” (¿?). [19]

Lo numérico permite aprehender y reproducir mejor las “pequeñas vibraciones” y su dinámica temporal, cuya intensidad constituye la vida, que los “actos sociales”, para expresarnos como Tarde, definidos no como “hechos” sino como tendencias y variaciones, cuya extensión constituye alli también la vida.

  1. El concepto de vida contenido en la expresión “tiempo de vida” remite pues en primer lugar a la capacidad de afectar y de ser afectado, a su vuelta (?) determinada por el tiempo y por lo virtual. La economía de la información [20] captura, incita (?), regula e intenta componer la nueva relación entre las “fuerzas y los signos” por un lado y los dispositivos colectivos organizados a través de motores temporales por el otro. Es en este sentido que la economía de la información puede ser identificada con la “producción de subjetividad”.

Las formas de red y de flujo expresan al mismo tiempo la capacidad que poseen estos dispositivos de captar/comprender, no solamente las formas de cooperación y de producción de subjetividad, características de la nueva capacidad de “actuar/comportarse” (?), sino también las formas de cooperación y de producción de subjetividad fordista y pre fordista, que se reproducen al interior de la economía-mundo. A la manera de la moneda (?), expresan la nueva forma de mandato.

La economia de la información nos permite criticar el concepto de trabajo porque no es su tiempo sino el de la vida que devino el motor de las formas de cooperación. Ya no se trata solamente del hecho de que el trabajo integre las funciones de control de la potencia técnica, de las ciencias, y de las fuerzas intrínsecamente sociales, sino que se trata de un cambio en su naturaleza misma. Es el desarrollo de la capacidad de afectar y de ser afectado que esta en el fundamento de las formas de cooperación. Las fuerzas intrínsecamente “humanas” (percepción, memoria, inteligencia, imaginación, lenguaje) y sus afectos son deshumanizados porque estan directamente conectados por el sesgo de las maquinas cibernéticas y electrónicas a los flujos cosmo moleculares y a los dispositivos colectivos (?). Estas maquinas determinan un plan de inmanencia en el que la separación entre “percepción” y “trabajo”, entre cuerpo y espíritu, entre objetivo y subjetivo, pierde su carácter unilateral y crea las condiciones de un nuevo poder de metamorfosis y de creación.

  1. El tiempo de la vida en el posfordismo remite en primer lugar, no a los procesos biológicos de los que nos habla Foucault, sino a la “maquina tiempo”. El tiempo de vida es el sinónimo de una complejidad de semióticas, de fuerzas y de afectos que participan en la producción de la subjetividad y del mundo. El tiempo de vida corresponde a la multiplicidad de “actos sociales”, que se definen como tendencias y variaciones. El tiempo de vida es también el “devenir minoritario” de “cualquier subjetividad” que no se define como totalidad sino por la fuerza de su singularidad y su capacidad de metamorfosearse. El tiempo de vida es, en una palabra, una definición de la política que no remite ya a la “biología” sino a una política de lo “virtual”. Trabajo y explotación, pero también “auto valorización” y “revolución” son redesplegadas por esta nueva definición de la vida.

Copyright © 1997 Maurizio Lazzarato