Bifo (Franco Berardi) - Once tesis para una Europa menor
Mientras el neoliberalismo entra en una crisis de consenso cada vez más amplia, y se transforma en una especie de dictadura sobre la sociedad planetaria, la guerra global es la política que guía el comportamiento de los grupos dirigentes tardoneoliberales. En este contexto, la Europa de los bancos no puede sino ser inconsistente. Durante la crisis palestino-israelí esta inconsistencia se ha revelado de forma verdaderamente embarazosa, justo a la vez que desde abajo nacía una iniciativa de interposición humanitaria internacionalista. Es a partir de esta vía de interposición humanitaria independiente e internacionalista donde el proyecto europeo puede adquirir un nuevo significado.
Pero hace falta que Europa se convierta en un proyecto de movimiento, y que sobre éste se desarrolle una creación política del todo original. Hasta ahora, los movimientos han rechazado el proyecto europeo porque lo han identificado como una manifestación del globalismo capitalista. Es lo que ha sucedido en Niza y en Goteborg. Pero esa hostilidad tenía un carácter reactivo, subordinado. Y sobre todo, hoy tenemos que preguntarnos: ¿sigue siendo la globalización la política unificadora del capitalismo planetario?
¿Es todavía posible identificar un proyecto imperial unificado, que tendría su capital política en Washington y su capital financiera en Wall Street? Yo estoy empezando ha pensar que ya no es así. Desde que la administración Bush ha comenzado a desarrollar su política de guerra y de proteccionismo económico la globalización ya no es, como podía parecer en el momento de la insurrección de Seattle, el proyecto general del capitalismo mundial. El capitalismo mundial ya no tiene un proyecto unitario. Los intereses de las multinacionales globales divergen de manera dramática de los intereses del nacionalismo americano. Los intereses de la net economy entran en conflicto, al menos en parte, con los intereses de la vieja economía militarista, representada por el magnate del petróleo Bush y por los productores de armamento que lo apoyan. Las líneas de la guerra global son mucho más complejas de lo que parece a primera vista. Si alguna vez ha existido un Imperio, hoy se está deshaciendo.
En este contexto hace falta que el movimiento abra una fase de creación política y de reflexión sobre el proceso constitucional europeo. Europa no puede ser lo que es actualmente, una red financiera o un espacio meramente económico. en el proceso de guerra global permanente, la construcción económica europea no puede realizarse de forma autónoma. O se subordinará al nacionalismo antiglobalista de la administración Bush o será capaz de convertirse en promotora de un proceso de globalización democrático y social. el movimiento ha nacido en oposición al globalismo capitalista, pero ahora debe saber convertirse en la fuerza de empuje de un proceso de globalización social no capitalista.
¿Por qué puede Europa convertirse en el punto de partida de un proceso semejante? Porque Europa no es una identidad, sino un devenir en el que se ponen en juego enormes fuerzas económicas y sociales a las que falta un horizonte positivo, consolidado. ¿Cuál es la dimensión europea, cuál es su geografía social, cuáles son sus posibles formas de consciencia y de representación? ¿Es Europa tal vez un territorio? Yo diría que no. Europa no puede entenderse como una relación entre territorios nacionales o regionales. No es un estado internacional ni un pacto entre naciones. Si nos preguntan qué es Europa en nuestra experiencia, deberíamos responder: Europa es una red de redes.
Pero una red tiene características nuevas respecto a la historia de las políticas territorializadas. En primer lugar la red no tiene una geometría fija, puede estirarse o encoger según las funciones específicas que deba desarrollar. Además, una red puede convivir con otra sin que haya superposiciones territoriales y puede interactuar con otra sin identificarse con ella. por eso el problema de la constitución del espacio europeo significa constitucionalizar el devenir, porque la redes no son, sino que devienen. ¿Se puede constitucionalizar el devenir? Sólo es posible si pensamos en una constitución parecida a un software, un conjunto de técnicas dispuestas a cambiar las reglas a medida que se modifica su contenido operativo. Y el método general es el del privilegio de la minoría. La minoría es la línea de fuga a lo largo de la cual una red crece, se desarrolla y deviene.
La democracia moderna se basa en el principio del gobierno de la mayoría. Desde luego, esta regla tenía sus buenas razones mientras el ámbito de aplicación de la ley era el territorio, un espacio en el que es vigente el principio newtoniano de impenetrabilidad de los cuerpos y en el que los intereses son contrapuestos por coextensivos. Pero en la red todo es menor, porque en un espacio inestable (un espacio en constante expansión) no existe la posibilidad de definir mayorías estables. Nadie puede tener el mando.
Repensar radicalmente la democracia es una tarea urgente. A la palabra democracia ya no la corresponde casi nada, desde que la dimensión global ha tomado la delantera a las dimensiones local, nacional o regional. Pero ¿qué democracia es ésta que permite a las multinacionales decidir regulaciones que afectan a millones de hombres sin someter al juicio parlamentario o a la legitimación electoral decisiones tan relevantes? Por otra parte no se puede pensar que la democracia del futuro sea simplemente la aplicación del principio «un hombre, un voto» a escala planetaria. Se puede avanzar en este sentido, pero se trata señalar un problema y no de proponer un camino válido. No sólo por las dificultades (superables) de una votación planetaria, sino sobre todo, porque la formación de la voluntad política planetaria debe tener en cuenta diferencias, necesidades y desviaciones irreductibles, tan grandes que a ese nivel darían lugar a agencias de manipulación de la voluntad enormes e incontrolables, empezando por las multinacionales globales que ya poseen los instrumentos para modelar el imaginario de la demanda, los gustos, los miedos y las ilusiones. Democracia global no quiere decir suma planetaria de la voluntad general, sino demultiplicación de los espacios de decisión, fractalización de las decisiones políticas.
Las comunidades minúsculas deben poder autogobernarse, porque el plano sobre el que se forma la autodeterminación no es el nacional, sino el de las redes independientes y sin embargo interconectadas que constituyen la sociedad hipercompleja. El proceso constitucional europeo debe partir de una concepción fractal, reticular, menor de la formación de la voluntad política. por eso el punto de vista sobre el que tenemos que asentar la cuestión constitucional europea es el punto de vista de los sujetos menores: los nómadas, las mujeres, los inmigrantes como sugiere Rossi Braidotti en su libro «Nuevos sujetos nómadas».
El foro social europeo no debe nacer como punto de encuentro entre realidades nacionales distintas. Hace falta crear un sujeto político nuevo cuya dimensión sea la europea. Y este sujeto puede nacer en Italia precisamente porque aquí la crisis de la democracia ha alcanzado un umbral de especial gravedad. Atención, cuando se habla de crisis democrática en Italia no hay que pensar que se trata del retorno del fascismo histórico o de una forma de autoritarismo. El elemento autoritario está sin duda presente el en gobierno italiano, pero no es su rasgo distintivo. Su rasgo distintivo no es retrógrado sino postmoderno. Se trata de la fase mafiosa del neoliberalismo.
A lo que nos enfrentamos es a una crisis postmoderna de la democracia que nos obliga a encontrar un modelo postmoderno de definición de la democracia. la variable social decisiva de la situación italiana es la emergencia de nuevos ciclos de infotrabajo. El trabajo garantizado, representado por el sindicato, reivindica con justicia la conservación de la garantía constituida en el artículo 18, pero en la dinámica social postindustrial los cuerpos sociales decisivos son constitutivamente flexibles. Debemos construir las condiciones para la autoorganización del trabajo flexible, que hoy en día es ya la mayor parte del trabajo productivo. Por una parte tenemos el cuerpo social del trabajo esclavizado, el trabajo de los inmigrantes estacionales o semiclandestinos, sometidos al chantaje continuo de la expulsión. Por otra parte tenemos el cuerpo social del infotrabajo, el cognitariado que trabaja en condiciones de precariedad, de indefinición y de conexión. Y es de estos dos cuerpos sociales post-obreros de donde debe partir el proceso constitucional europeo. la difusión del trabajo cognitivo introduce el concepto de open source, de libre acceso a los productos del trabajo colectivo como método de repensar la propiedad y el salario. La presencia de haces de trabajo esclavizado plantea un problema que se enfrenta a la elaboración de políticas de renta de ciudadanía y con una cultura de la libre circulación que incluya de manera progresiva áreas geográficas cada vez más amplias dentro de un proceso de colaboración en red.
Traducción castellana de: Hugo Romero